sábado, 3 de diciembre de 2011

Las cosas no tardan en llegar; las esperamos demasiado pronto.

Solía tener claro lo que era y lo que quería ser. Antes. Cuando apenas era un cría, inocente, ingenua, a la que le gustaba cantar, pero que nunca presumía de ello. Leí una vez que quien es bueno en algo se avergüenza de serlo. Con 8 años todo son conjeturas que parecen convincentes, sueños que esperan ser realidad. Con 15, sigo siendo una cría, inocente e ingenua, a la que también le gusta cantar, pero que lo hace para ella misma cuando se asegura de que nadie más puede escucharla. Sólo ella y su voz. No me cuesta reconocer que siempre me he rendido por pereza, pero pronto asumí que no hace falta llegar a algo, no hace falta asegurarse un fin para continuar con lo que te gusta. Sólo para mi, para cantarme a mi misma y sentirme llena y satisfecha. En mi fuero interno, siempre he estado esperando oportunidades inexistentes que no me molestaba en buscar. Hasta ahora, que posiblemente sea una estúpida y pasajera oportunidad más, pero me aferro a ella con toda la ilusión que soy capaz de dar; no busco una meta, solo quiero crecerme poco a poco, y seguir acumulando diminutos granos de arena.



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