sábado, 18 de mayo de 2013

Mess

Los últimos rayos de luz espían mi habitación. Mi desorden y yo estamos en penumbra. En la mesita de noche descansan dos libros sin terminar, la ropa de los últimos tres días sigue entre cojines, sábanas y sobre muebles. La cama está deshecha. Los zapatos aún sin colocar, el maquillaje sin guardar. Hay incluso objetos en sitios inadecuados que llevan ahí tanto tiempo que ya los han hecho suyos y pasan desapercibidos. Muchos de ellos tienen polvo. El cuadro sigue sin colgar, la ropa de invierno está aún por empaquetar. Ni si quiera yo me he quitado el rímel. Vivo en un continuo desorden y aún me pregunto por qué no sé organizar mi vida. Empezaré haciendo la cama.

Inhóspita.

Soy eso.
Debería prestarme más atención, pulirme y sacarme brillo. Me descuido demasiado. No suelo echarme de menos. Ando ocupada, tengo cuentas pendientes con la rutina.
Soy ganas. Ganas terribles de crecer. Pero soy también tropiezos y caídas. Soy mi obstáculo diario.