lunes, 24 de diciembre de 2012

Diciembre

Solo tras llegar a mi casa y leer tu carta he sido consciente de lo mucho que te voy a echar de menos.
Aunque parezca increíble, he aceptado que tras el transcurso de los meses el exceso de amor me ha vuelto fría e insensible. Llevo un año girando tan deprisa que no he tenido tiempo de preguntarme por el mundo. Pero tú, en apenas una semana me has hecho parar e incluso, ralentizar la existencia. Me has hecho observar, me has hecho encontrarme. Me has devuelto una sensibilidad que ya creía perdida. Por eso, hoy, en Almerimar, ya de noche y con el frío calándome los huesos, he sido consciente de que un coro cantaba villancicos no muy lejos, de niños felices, de una luna casi llena, de las luces, de la gente, y de que a pesar del frío sonreía.
¿Sabes de esa sensación cuando has leído la mitad de las páginas de un libro? ¿Cuando te entregas tanto a él que es la realidad la que resulta ficticia? Tú eres eso. Esa incesante sensación de satisfacción, has hecho del día a día mi propio libro. Tanto, que puedo escribir sobre él todas las noches. Me has devuelto lo que era.
Por eso quiero recordarte que hoy, cuando te he dicho que te echaría de menos te estaba siendo sincera, y cuando te he deseado unas navidades menos amargas lo he hecho desde el corazón.
Eres como el diario que nunca me atreví a escribir.