sábado, 28 de enero de 2012

Oh, creo en el ayer.

Ha sido un día frío; en los que las nubes se apoderan completamente del cielo privándonos de tiernos rayos de sol. Enterrada bajo una bufanda y varios jerseys, contemplo una verdadera tarde de invierno mientras con mis manos caliento inútilmente los bolsillos de mi gabardina. Echo de menos el calor cuando hace apenas unos meses deseaba días como este, en los que poder calentarnos con un abrazo y acurrucarnos sobre cualquier pequeño hogar improvisado. Me dejo abandonar por el suave viento invernal y permito a mi fuero interno volar entre recuerdos, y lo hago sin poder reprimir una gran sonrisa. Es satisfactorio, y sin duda la mejor medicina para entrar en calor. 

viernes, 27 de enero de 2012

El amor inmaduro dice te quiero porque te necesito, el maduro dice te necesito porque te quiero.

Sabes que realmente le has llegado profundo a alguien cuando intenta lo imposible, se une a tus estupideces y camina ciego junto a ti sin guardar fuerzas para la vuelta. Cuando recorre lo que haga falta para conseguirte una caña de chocolate, o incluso promete sorprenderte con una alguna mañana. Cuando ha caminado a tu lado mil pasos y camina otros mil más como si fuera un simple paseo sólo para que no tengas que ir sola a casa. Cuando madruga con la única intención de disfrutar de tu compañía cinco minutos más. Sabes que verdaderamente en su corazón hay un rincón para ti en el momento en el que te repite que eres a la persona que más quiere en este mundo y que en Navidad ha pedido el deseo de estar siempre contigo. Cuando te regala una rosa en mitad de cualquier situación y sin pensárselo dos veces. Cuando abandona una sala mientras se encarga de que vuestra canción comience a sonar dulce tras su marcha. Cuando te dice que quiere que seas la primera persona a la que vea después de las doce de la noche del 31 de Diciembre. Cuando sale resfriado de casa un día de lluvia para disfrutar de tu presencia aunque sea media hora. No te cuesta asumir que es un fiel soldado que no cederá en la guerra del "yo más". Sabes que te has ganado el hueco más recóndito de su alma cuando recorre medio El Ejido de madrugada para verte, cuando no soporta verte llorar, y cuando se encarga de acordarse de ti lo suficiente como para que sepas que aún en la distancia está ahí para consolarte, haciéndote sonreír únicamente porque es lo menos que se merece. Cuando una noche cualquiera que parece sonreiros desde lo alto, te susurra palabras improvisadas que parecen haber brotado del mismísimo paraíso, y acaba diciéndote que te ama. Cuando ríes en unas carcajadas que acaban perdiéndose en el firmamento, pero que permanecen en vuestros corazones. Cuando no podrías regalarle las estrellas porque incluso juntas brillarían menos que él, ni el cielo porque él es tu cielo, ni tu corazón porque hace tiempo que ya se adueñó de él. Cuando vuestra grandeza no se mide por lo que tenéis sino por lo que podéis dar. Cuando te das cuenta de todas esas cosas, de las grandes y de las pequeñas, de las más tontas y de las que no lo son tanto, de los pequeños detalles imposibles de pasar por alto y de los que te inundan por completo, de las muchas peculiaridades que te quedan por exprimir con él al máximo. Cuando no te planteas que si él se va se lo lleva todo consigo, porque ya hay un antes y un después, y no hay un futuro si no es con su sonrisa; y aunque lo desgarre todo con su ausencia siempre te quedará el deleitoso sabor de boca de saber que has querido de verdad, y que te han querido llegando a amar todo lo que odiabas de ti misma.

domingo, 22 de enero de 2012

Un día más de aquel Agosto de 2011.

"La quiero", dijo orgulloso. "No puedo evitarlo".
Ese "la quiero", tan alto y claro, me llegó y me hizo daño. Teñido de dolor, sufrimiento, desesperación y añoranza. Pero sobre todo de amor. De un amor que fue grande. Es cruel ver el corazón roto de los demás. Lo arrancan, juegan con él, llevándolo a lo más alto para luego dejarlo caer, y pisotearlo para que luego el dueño pueda venir a recoger los pedazos. Fue ahí cuando me di cuenta de que yo nunca he querido a nadie. Me percaté del echo de que no sé qué es querer. Querer de verdad, con locura. Y me da miedo llegar hasta tal punto, porque el amor nos hace fuertes, pero a la vez es nuestra mayor debilidad. Nos hace vulnerables.

sábado, 21 de enero de 2012

La felicidad se mide en la cantidad de estupideces que haces y te salen bien.

La música fue despertando poco a poco nuestra euforia con su repentina y estruendosa presencia. Parecía imposible que de un par de altavoces pudiera salir semejante ruido y tan alto, tanto que nuestros tímpanos quedarían reducidos a escombros de un momento a otro. Nos inundó como si de un océano se tratase y ahogó toda nuestra cordura en sus profundidades. Quién sabe qué instinto se fue desatando cada vez más rápido, haciéndonos mover la cabeza al compás de todo el cuerpo, coger una escoba a modo de micrófono y dejar volar nuestra imaginación más allá de la locura. Las luces de colores nos iluminaban el rostro de vez en cuando, en aquella acogedora oscuridad, dejando entrever brillantes sonrisas, que seguramente dejaron paso a una carcajada que se ahogó entre canciones. Fue solo un momento más de los muchos que nos unen, y sólo por ellos merece la pena luchar porque sean infinitos, y por que la música, las sonrisas, las insensateces y la complicidad extingan suaves el mundo.

viernes, 20 de enero de 2012

Si dejas que tus complejos te hagan esconderte del mundo, éste no podrá ver lo increíble que eres.

El pelo lo tenía precioso en aquella imagen. Le miré los ojos; grandes pozos acaramelados inundados por la confianza que desprenden, y la expresión de la cara; alegre y conforme. Tenía unos labios rojos finísimos, que dejaban entrever una radiante sonrisa a pesar de estar compuesta por unos imperfectos dientes blanquísimos, pero que la hacían aún más única. Y los dos pares de hoyuelos que refulgían al sonreír hacían resplandecer la niña que es. Seguí mi recorrido y le examiné todo lo demás. Morena como la que más, su menudo cuerpo encajaba a la perfección con sus pequeñas cualidades. En ese precioso instante, llameó en mis ojos un esperado y cálido brillo de reconocimiento. Eres tú, joder. Quiérete.

domingo, 15 de enero de 2012

Empiezo a pensar que Dios escondió los mejores lugares para que nadie los encontrara.

El viento mecía las ramas de algunos árboles al son de los latidos de nuestros fascinados corazones. Hacía tiempo que no visitaba aquel lugar. Habían crecido flores blancas alrededor del agua y habían cortado el viejo sauce que caía sobre ella. Alrededor del estanque crecía una hierba verdísima, en donde se veían flores y tréboles por doquier. Todo aquel radiante ecosistema estaba rodeado a su vez por pinos que parecían rozar el infinito y palmeras cuyas hojas casi tocaban el agua del estanque. El estanque, había empezado a tomar un color verde intenso debido a la rápida crecida de una planta acuática, y en el agua solo se distinguían los nenúfares donde tantas veces había visto saltar a las ranas, dando al lugar una chispa que lo hacía hermoso. Lo había visitado ya tantas veces años atrás, contemplando las profundidades, buscando sapos entre las hierbas más altas y recogiendo las piñas que caían de los árboles, que aquella tarde de enero todo me parecía de nuevo tan familiar como absorbente, embriagador y deslumbrante. Caminaba disfrutando del agradable murmullo que producían las ramas al ser pisadas, y contemplando la belleza del lugar. Aquel día cada detalle era en sí imprescindible y necesario, brillando con luz propia y siendo el centro de nuestras miradas. Por un momento todo lo que tenía sentido quedó reducido a aquel foco de vida, rebosante de aire puro y aislado entre pinos.

viernes, 6 de enero de 2012

Hay gente que permanecerá en tu corazón, pero no en tu vida.

Revivo una y otra vez en lo más profundo de mi razón los últimos días de un inolvidable octubre, que pudieron ser mucho más de lo que fueron. Podría haberme empapado de él hasta saciarme, aunque los grandes detalles no me supieron a poco. Cada pequeño gesto hizo que casi tres meses después lo hicieran tan imprescindible en mi aburrida realidad, consiguiendo que aun en la distancia lo sienta tan cerca. He perdido la cuenta de las infinitas veces que lo he imaginado a mi lado, siempre presente, siempre con nosotros, siempre impecablemente evidente; dándole a la existencia esa sutil chispa que necesita para ser totalmente perfecta. Por eso, llevo la cuenta de los días que faltan para volver a respirarlo; el día en el que Alejandro Berni ilumine El Ejido y brille con luz propia; cálido y más real que nunca. Aunque consiga destrozarme tras su marcha, volvería a vivirlo una y mil veces sin dudarlo. Al igual que sé con certeza que cuando se vaya, inevitablemente una parte de mí se irá con él.



miércoles, 4 de enero de 2012

La música se mide en capilares; los pelos que consiga levantarte, es lo que vale.

En la oscuridad de mi habitación la voz de Dallas Green suena tierna en mis oídos. Poco a poco me dejo llevar y desconecto hacia una libertad que me da alas. "Someone come and save my life..." Fieles acordes siempre tan placenteros. Lentamente la existencia desaparece y me abandono felizmente entre ensoñaciones, haciendo que la realidad me sepa a poco. Me pierdo tan plácidamente y a la vez me encuentro tanto, que me sobresalto dejando escapar un agradable suspiro de satisfacción. Saciada y complacida entre las sábanas, me dejo llevar por la música hasta que me desvanezco con ella, y en la oscuridad se atisba el leve resplandor de una inocente sonrisa.

domingo, 1 de enero de 2012

Si no haces ninguna estupidez cuando eres joven, no tendrás nada que contar cuando seas mayor.

Me eché a sus brazos y me refugié en el abrazo que marcaría la noche. -Te quiero -me susurró al oído. Mi mejor amiga intentó consolarme pero no pude más que sollozar en su hombro. Era la nochevieja que tanto habíamos estado esperando, y consideraba un pecado llorar pudiendo bailar como si fuera la última noche de nuestras vidas, así que ahogamos las penas que la harían justamente épica en el alcohol, y con un chupito brindamos por esa noche. La bebida bajó dulce por mi garganta y me quemó dejándome un leve escozor, pero eso no hizo más que hincitarme a beber más. Entré en el pequeño cuarto de baño, me miré al espejo y me sequé las lágrimas. Todo lo que pasara después, quedaría oculto tras bailes, conversaciones a gritos, carcajadas, más alcohol y una noche que nos espiaría desde lo alto. Cada pequeña satisfacción y cada risa al cielo quedarían grabadas a fuego en las estrellas.