sábado, 31 de marzo de 2012

Capito.

Siempre me ha gustado describir momentos y situaciones con todo lujo de detalles, desde el suave silbido del viento hasta los tiernos rayos de sol. Pero hay excepciones, y es que a veces es imposible recoger todos los detalles en su más completo esplendor, porque la situación en sí ya es un gran detalle que es difícil pulir más a fondo. No hace ni un día que acabó el viaje de mi vida y no pienso dejarlo escrito ni en el más recóndito folio en blanco, no pienso plasmar algo tan grande en un trozo de papel, no quiero que sean emociones concretas, ni que sea siempre la misma versión de los hechos. Porque es todo lo contrario. Es tanto, tanto... no son emociones concretas, es una oleada de sentimientos contradictorios que te impiden llorar aunque las lágrimas estén ya al borde del vacío, haciendo que la nostalgia te rompa en millones de pedacitos que te hacen añorar. Y no es algo que haya que pensar, el relato se improvisa y fluye dulce desde el seno del alma. No quiero coger un lápiz y desbordar palabras, no quiero escribir qué se siente al dormir apoyada en el hombro de tu mejor amigo, ni quiero que se intente sentir lo mismo que sentí yo cuando la primera madrugada los vi a todos dormidos sin saber lo que nos esperaba. No quiero que cualquiera pueda leer y creer entender algo tan grande. Lo que quiero es que mi historia, nuestra historia, salga ligera de mis labios y nunca igual a la versión anterior; sino repentina y viviéndola una y mil veces a base de recuerdos. Intentando dar con la voz lo que no son capaces de hacer letras cristalizadas en papel. Quiero que a las palabras las acompañen risas, lágrimas, dejes de voz, temblores y un sinfín de emociones. Tengo algo que contar, y cuando alguien me pregunte por ello empezaré desde el más destacado principio, e intentando que se pueda entender una mínima parte de un torbellino de sensaciones que me hará volar eternamente. La rutinaria realidad se me presenta difusa y difícil de afrontar. Resulta realmente un reto recordar que hay otra vida, en otro país, que te espera y que ansía tu regreso. Llevo unas diez horas asentada ya en donde se supone que pertenezco, pero mi fuero interno sigue aún por las calles de Roma, admirando una y otra vez tan perfectas carcajadas y exprimiendo barricadas de libertad, pureza y felicidad.
Lo resumo absolutamente todo cuando digo que una parte de mí se queda en Italia para siempre, y que una parte de Italia permanece en nosotros envolviendo nuestros corazones.

sábado, 17 de marzo de 2012

La última página es siempre un suspiro.

Qué fácil puede resultar evaporar el mundo y con ello callar la existencia. Tener el poder sobre lo que es tuyo y silenciar el subconsciente, el silbar de tu respiración e incluso el murmullo de los pájaros. Cerrar la puerta a la realidad para despertar en un mundo que creamos a cada palabra y que vivimos a cada lágrima. Sumergirse más en lo ficticio a cada página, a cada pequeña caricia a una inocente hoja rasposa, a cada inspiración a papel viejo. Tener un escape a otra vida cuando la nuestra resulta demasiado pesada. Viajar, soñar, sentir, reír, llorar, desconectar, imaginar. Imaginar... Aún siento la angustia de estar atrapada en Privet Drive, aún estoy con Jace en el invernadero y revivo el Pandemonio a cada segundo. Aún vuelo sobre las alas de Daniel. Viajo a Limbhad y Lunnaris sigue perdida en su bosque. Aún me reencuentro con Shail a cada necesidad. Me enamoro de Jack y Christian una y otra vez. Aún estoy ahí cuando Tally no acepta las imperfecciones de David, aún vivo en Forks y anclada a su magia. Aún escapo de Medianoche para fugarme con mi amor verdadero para finalmente morir. Una y otra vez. Hago vida en calles, antros, y hoteles abandonados de Brookling, aferrada a las historias que lo envuelven. Aún cometo lo errores de Babi y comparto su locura, aún hoy deseo arropar a Simon. Seguiré asegurando que Kai estuvo siempre conmigo, y tomaré como referencia que a veces la vida tiene el peso de un cuenco de arroz. Hago, soy y revivo mil millones de vidas. Y cada una es ya parte de la mía, para cuando las necesite poder acurrucarme en ellas, zambulliéndome en su seno, y calarme con cada brizna de mundo nuevo.

sábado, 10 de marzo de 2012

Deseo encontrarme entre notas.

Las teclas cedían pesadas bajo mis dedos, y cada nota era una punzada en el pasado, meteoritos convertidos en errores que chocaban sin remedio contra mis decisiones. Imponente piano de cola que me hacía insignificante y que me arrojaba el pasado como si de balas se tratase. Un corazón decepcionado me decía que no merecía estar allí, y cada latido me hacía más consciente de ello. Pero qué bonita podía llegar a ser una melodía tocada por las más inexpertas manos… unas manos que podrían haber bailado sin problema sobre bemoles y sostenidos. Podría haber cerrado los ojos y haberme dejado llevar por el dulce sonido, al fin y al cabo es con lo que he crecido, pero me resultaba imposible después de tantos años y con la añoranza empañando mi fuero interno, pero a la vez reluciendo mis insensateces. Ni si quiera me di la oportunidad de fracasar. Y simplemente por eso el triunfo se divisa difuso. Sin embargo… nunca es tarde para ser quien queremos ser.

sábado, 3 de marzo de 2012

Sobria ebriedad.

El azul del cielo se dejaba ver entre las ramas del árbol que nos envolvía. La música acompañaba cada pensamiento y mirada fugaz, y nuestras respiraciones se compenetraban a una habitual perfección. Me sumergía entre abrumadores rincones de mi fuero interno mientras escuchaba los acompasados latidos de su corazón. Hacía tiempo que semejante magia no nos emborrachaba de tanto amor, así que disfrute de su presencia como si de un beso apasionado en mitad del infinito se tratase. Acudí a sus ojos para reflejarme en ellos y efectivamente ahí estaba yo, dichoso ser que ya no pertenecía a él mismo, de puntillas frente al vacío y amenazado por la inseguridad de haber perdido la gravedad que lo mantenía en su cordura con días como aquel. Pero incluso la locura puede resultar dulce. Mi vistazo a la existencia se extinguió con un susurrado “te quiero” que me caló el alma y me mantuvo en la cima de la ebriedad.