El pelo lo tenía precioso en aquella imagen. Le miré los ojos; grandes pozos acaramelados inundados por la confianza que desprenden, y la expresión de la cara; alegre y conforme. Tenía unos labios rojos finísimos, que dejaban entrever una radiante sonrisa a pesar de estar compuesta por unos imperfectos dientes blanquísimos, pero que la hacían aún más única. Y los dos pares de hoyuelos que refulgían al sonreír hacían resplandecer la niña que es. Seguí mi recorrido y le examiné todo lo demás. Morena como la que más, su menudo cuerpo encajaba a la perfección con sus pequeñas cualidades. En ese precioso instante, llameó en mis ojos un esperado y cálido brillo de reconocimiento. Eres tú, joder. Quiérete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario